En Villa Ángela se está instalando un modo de gobernar que preocupa. El Ejecutivo municipal ha encontrado en el veto un recurso habitual, casi automático, para rechazar decisiones tomadas por mayoría en el Concejo Municipal. Lo que debería ser una herramienta excepcional se está transformando en una metodología sistemática, y eso coloca en riesgo el equilibrio democrático de nuestra ciudad.
La democracia se construye en la pluralidad y en el respeto a las mayorías. Cuando la voluntad de los concejales –representantes directos del pueblo– es desoída una y otra vez por el intendente, no estamos frente a un simple desacuerdo político, sino ante un ejercicio de poder que roza el autoritarismo.
Lo más grave es que lo que se veta no son caprichos, sino disposiciones que emanan de la ley y de la Constitución. Es decir, se está impidiendo el cumplimiento de normas que garantizan la transparencia y el control republicano. La Constitución es clara: obstaculizar su cumplimiento es un golpe institucional.
Ejemplos sobran:
La ley establece que los actos de gobierno deben publicarse; sin embargo, el intendente lo veta.
La ley manda remitir los balances mensuales; el intendente lo veta.
La ley exige exhibir el destino de los fondos públicos; otra vez, se veta.
Entonces, la pregunta es inevitable: ¿qué se oculta?
Si se habla tanto de transparencia, ¿por qué en los hechos ocurre lo contrario?
¿Por qué no se quiere mostrar quiénes son los funcionarios, cómo fueron designados, cuánto ganan y cómo se usan los recursos de todos los villangelenses?
El veto, utilizado de esta manera, no es solo un rechazo al Concejo: es una negativa a rendir cuentas. Es la decisión consciente de esconder información pública, de gobernar de espaldas a la ciudadanía.
Paradójicamente, mientras se cuestiona lo que ocurre a nivel nacional, en nuestra propia ciudad se pretende instalar la falsa idea de que este proceder es correcto. Pero no lo es. Debilita las instituciones, empobrece el debate y frena el desarrollo de Villa Ángela.
La historia recordará este tiempo como un trago amargo para la democracia local: el de un intendente que eligió el veto como su principal herramienta de gobierno, dejando de lado el diálogo, la transparencia y el respeto a las mayorías.